Daniel Day-Lewis: Dejando huella

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Por su desempeño excepcional en “Lincoln”, el intérprete británico aspira a su tercer premio Oscar.

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Su identificación absoluta con los personajes que interpreta, constituye un modelo de profesionalismo y rigurosidad. Y cuando Daniel Day-Lewis está en pantalla, es imposible apartar la mirada de él. Ese magnetismo, junto con su innata destreza técnica, lo convierte en un auténtico gigante de la actuación.

Su potencial artístico queda explotado al máximo en “Lincoln”, ambicioso drama histórico del director Steven Spielberg, donde Day-Lewis crea un formidable retrato del décimo sexto Presidente de Estados Unidos. Pocos actores habrían podido dar vida a esta figura mítica con el mismo grado de credibilidad y aplomo. Es la enésima flor en el ojal, dentro de una carrera repleta de triunfos.

Nacido en el barrio londinense de Greenwich, el 29 de abril de 1957, Daniel Day-Lewis se crió en una familia de cineastas. A los 13 años, debutó en el controvertido drama “Domingo, maldito domingo” (1971). Luego se dedicó al teatro; y no volvió al cine hasta 1982, cuando desempeñó un rol secundario en “Gandhi”. Se afianzó en la industria participando en “Motín del Bounty” (1984) y “Un amor en Florencia” (1985), entre otras producciones destacadas.

Por su tocante caracterización de un artista parapléjico en “Mi pie izquierdo” (1989), ganó un merecido premio Oscar. Obtuvo su segunda estatuilla gracias a su igualmente soberbia labor en Petróleo sangriento” (2007). Su filmografía incluye otros títulos memorables como “El último de los mohicanos” (1992), “En el nombre del padre” (1993) y “Pandillas de Nueva York” (2002).

Por su desempeño excepcional en “Lincoln”, el intérprete británico aspira a su tercer Oscar como mejor actor principal, con lo cual dejaría una huella aún más difícil de borrar en los anales del sétimo arte.