Dragon Ball Super: Broly es la mejor película de la franquicia y nuestro corazón Saiyajin lo sabe

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Dragon Ball Super: Broly, vigésima película de la franquicia, dirigida porTatsuya Nagamine y escrita exclusivamente por Akira Toriyama, fue un éxito en Japón desde su primer día de estreno.

Si bien los tráilers ya habían adelantado la nostálgica emotividad que provocaría ver el pasado de los Saiyajin y la increíble adrenalina que las batallas —con tan exuberante animación— generarían en un público que desde pequeño está acostumbrado —y enamorado— del bellísimo arte manifestado a través de cada pelea (sin contar algunos episodios en el comienzo de DBS, por supuesto), lo presenciado en la película de Broly superó cualquier expectativa.

Desde que se supo de la existencia de esta película, también se especuló sobre el origen de los saiyan, con ancla en los dichos del mismísimo Toriyama, quien mencionó el mito de Yamoshi y cómo este inauguró la leyenda del Super Saiyan.

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DBS: Broly aborda el tema sin confirmar ni negar nada, simplemente marcando una diferencia que debemos deducir nosotros mismos: la leyenda del Super Saiyan y la del Super Saiyan God son diferentes y hemos visto a los respectivos representantes de cada mito, lo cual justificará las diferencias de poder que por momento resultaron absurdas.

La clásica historia del Saiyajin que fue enviado a la Tierra para huir del fatídico destino de su planeta natal fue contada con detalle y sentimiento, obviando (o alterando) ciertos elementos habituales —con especial énfasis en Bardock—, pero dándole más humanidad y empatía a una crónica que podría resultar infantil para la mayoría.

Luego de casi treinta minutos de diálogos, recuentos y referencias nostálgicas llega el conflicto. Broly aparece, aunque, primeramente, para dar a conocer su personalidad y corazón. En este punto, obviamente, debemos hacer la comparación obligatoria con el Broly de los 90, quien fue un villano plano, con serios transtornos mentales y obsesionado con Kakaroto (nombre que debemos tener presente a lo largo de toda la película justamente para comprender la reestructura de la historia) de forma enfermiza.

Su poder es absoluto y sus motivaciones no tienen corazón; no obstante, el Broly de DBS es distinto… muy distinto, y aunque no puedo describirlo sin caer en algún spoiler, es trascendente mencionar que su corazón de guerrero saiyan es mucho más relevante que el desorbitado poder de pelea que posee (aun si es la única razón por la que vamos a ver el film).

Como es previsible, Gokú es el protagonista, sin embargo, la narrativa gira en torno a Vegeta, quien en ningún momento es humillado más allá de lo que lo permite la comedia. En otras palabras, mientras que Vegeta ha sido sometido durante décadas al más áspero de los ultrajes rebajando su poder e involucrándolo en momentos de innecesario absurdo, Dragon Ball Super: Broly lo coloca en su posición como Príncipe Saiyan, esposo, padre, rival y orgulloso guerrero, aún si debe seguir ocupando el segundo lugar, detrás de Gokú.

Por su parte, Kakaroto funciona como eje únicamente para el desenlace del film, cuando se sirve de un guiño poético al pasado de la franquicia y, desde luego, enfrenta a Broly con sus puños y la filosofía egoísta pero pacífica que forjó su camino como guerrero.

La animación merecería un apartado exclusivo, aunque no está de más decir que es la mejor en toda la historia de la franquicia, pero más allá del impacto visual, la esencia de Dragon Ball está. Una actualización del canon significativa. La leyenda que nos acompaña desde nuestros años de infancia aggiornada y revestida de la inocente seriedad que caracteriza a los fans.

Finalmente, como es de suponer, no es una película para todos. En lo personal, durante la función de prensa, me tocó escuchar a una de las personas que califica las películas para su exposición a menores, diciendo: «¡Qué aburrimiento!»… y es comprensible.

Fueron 30 minutos de una historia simple, pensada para los que ya conocemos el manga/anime y una hora de gritos, power-up, golpes, golpes y más golpes, decorada con referencias nostálgicas y la calidez de una sala repleta de niños en cuerpo de adulto. Por lo que si vas a verla con alguien que no es fanático, avísale que no comprenderá tu emoción, porque te aseguro no podrás contenerla.

Calificación: 10/10